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jueves, 22 de mayo de 2014

【Who are you...?】Capítulo IV: Tiempo...



Y bueno... ¡capítulo nuevo! :,D (Y recien salido del horno (?)).
Disfrútenlo ^^
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Descubrió que aquello no era plástico, si no que era una pedazo de cartulina. Pasó la yema de sus dedos sobre los puntos en relieve. Algo dentro de Erwin sintió curiosidad por lo que querían decir…

Había estado investigando esa noche, incluso se había saltado la cena para poder buscar aquello, y después de unos instantes había dado con lo que tanto quería saber.

El significado de aquellos puntos.

15 -1622899

¡Le había dado su número de teléfono! Algo dentro de él saltó y lo hizo sonreír como un idiota. Tenía su número, ella le había dado su número, ella se lo había entregado de esa forma para que no dijera nada sobre eso…

Ella quería que la llamase…

Definitivamente, eso sí lo hizo sonreír como un idiota. Con la puerta de su habitación cerrada, él se tiró sobre la cama, sosteniendo con fuerza el celular en la mano, y se quedó mirando el techo de un blanco mugroso. Se sentía como una colegiala, cuando la cosa debería ser al revés. Apretó con más fuerza su celular, e hizo una mueca. ¿La llamaba? ¿No la llamaba?

¿Llamar o no llamar? Esa es la cuestión…

Apretó los labios con fuerza y se sentó en la cama, soltando un largo y sonoro suspiro. Tomando una bocaza de aire -que le sirvió más que nada para juntar coraje -, desbloqueó la pantalla y comenzó a marcar el número.

El tono de espera comenzó a sonar.

Finalmente atendieron.

-¿Hola…?

Erwin se quedó un momento en su cama, mirando la pantalla del celular brillar. La había llamado y ella estaba hablando, ¡debía decir algo! ¡¡Cualquier cosa!!

-¿Erwing?

Soltó un gruñido casi inevitable. Odiaba cuando le decían “Erwing”. Lo hacía sentir idiota sobre su nombre.

-¡Ja, ja! ¡Pero si eres tú! Te vendría bien dejar de gruñir tanto y comenzar a hablar un poco más. No sé si te enteraste, pero nosotros, los “normales” tenemos algo llamado idioma… solo para que te enteres

Erwin soltó una carcajada y escuchó a la joven unírsele.

Muchos a primera vista cometerían el error de marcarla de débil.
Muchos al conocerla creerían que el ser ciega la había amargado.
Muchos al pasar un par de horas con ella terminarían pensando que era cruel.

Erwin había pasado apenas una hora con ella, y pensaba que era genial. Casi la persona más inteligente que había visto.

Era una lástima que no lo viera… o tal vez una ventaja. Erwin no parecía la clase de chico que realmente era, para su desgracia.

Tal vez de haberlo visto nunca se le hubiese acercado…

-¿Erwing…? Si no contestas te diré “Erwinggg” por el resto de tu vida –le amenazó la muchacha desde el otro lado del auricular.

Erwin se acercó el celular al oído y con un poco de desgana dijo –Espera un minuto. –la muchacha se calló, y el fue a buscar el manos libres de su mochila. Con el no tendría que dar explicaciones a una posible madre que entrase a su habitación de improvisto.

-¿Listo, señor ocupado? –preguntó la joven.

-Listo –le respondió Erwin.

-Muy bien… llamaste.

-Hasta donde sé…

-¡Ja, ja! ¡Eres un idiota! La gente me creería loca si les contará como eres.

-No digas… -se interrumpió –bueno, en realidad tienes bastante razón con eso.

-¡Por supuesto que la tengo! ¿Eres idiota? ¡Yo soy la más inteligente de nosotros dos.

-Eso es debatible.

-¡Oh, vamos! Apuesto a que ni siquiera pudiste sacar mi edad todavía.
-¿Tu edad?

-La última vez que comprobé no estabas sordo, por lo que, ¡sí, mi edad!

Erwin rió por lo bajo, y se aclaró la garganta.

-Pues lamentó informarte que el de la vista de nosotros dos soy yo, por lo que puedo decir cuál es tu edad

-¿Ah, sí? Entonces dime… ¿Cuánto me das?

-Diecisiete –le dijo sin duda alguna.

-Nope.

-¿Qué? –le preguntó confundido.

-Que no, genio. Esa no es mi edad.

-Entonces…

-¡Mi turno! Yo digo que tienes unos… ¿Dieciocho?

-… No.

-Mientes.

-¡No lo hago! No tengo dieciocho, punto final.

-… -la muchacha suspiró.

-¿Dieciséis?
  
-¿Qué? –preguntó confundida.

-¿Si tienes dieciséis?

-¡Ja, ja! Creó que intercambiamos roles… ¡Ahora tu eres el ciego! ¡JA, JA!

-Agh… ¿entonces cuánto?

-Así no funciona el juego
-¿Cuánto? –le preguntó Erwin sin ningún animó en su voz. Era extraño estar con ella, incluso solo hablar con ella lo ponía así. Frustrado y de repente, agotado. Era imposible sentir esa cantidad de emociones en una misma hora, ¿verdad?

Ni él mismo entendía que le pasaba.

Y ella se encontraba exactamente en la misma situación.

-… Veintidós –respondió sin animó la muchacha. ¿Por qué era él siempre el que arruinaba la alegría?

-… Estas bromeando –le preguntó consternado él. ¡Veintidós! Se llevaban exactamente, ¿cuánto? Cuatro o cinco años… por alguna razón eso lo tiró lentamente abajo. Se sintió un niño de un momento a otro, y al parecer la joven se había dado cuenta de esto. Por alguna razón, los años terminaron asustándolo un poco.

Definitivamente sus pintas no mostraban como era realmente.

-Ya es tarde, debo irme a dormir. Hasta pronto… Erwin.

La llamada se cortó.

Ella no le dio ni tiempo a despedirse. Probablemente porque él no quería despedirse. Él simplemente deseó cortar de una vez. Y eso es lo que habría hecho. Definitivamente los años no eran muchos, comparados con otras personas, pero… ella ya tenía cinco años cuando él nació. Ella tenía seis cuando él comenzó a gatear. Tenía siete cuando él comenzaba a aprender a hablar.

Mirándolo de esa forma, la cosa asustaba un poco.

Era un idiota, ella tenía razón. ¡Eran solo cinco años! Había parejas con más años de diferencia que ellos, pero aun así… era extraño.

Tal vez hubiese preferido no saber su edad jamás. ¿Por qué había propuesto ese juego? Tal vez para darse cuenta cuanto lo desilusionaría cuando se enterase.

Ella supo que eso iba a pasar.

Era inteligente. Y él un idiota. No debió haberla conocido.

Por un momento se imaginó un futuro. Ella era más adulta que él. Ella sabría más sobre la vida que él. No, en realidad, ella conocía mejor la vida que él. ¿Cómo lograría siquiera complacerla? Ella esperaría cosas de él, que él simplemente no conocía.
Los años entonces si parecieron muchos, y eso lo desilusionó bastante. ¡¿Por qué seguía pensando en eso?! Debería estar pensando en disculparse, en llamarla diciéndole que aun quería hablar con ella pero… de repente no sentía ganas de hablar con ella.

De repente quería no volver a verla.

Los años tal vez eran solo una excusa, pero por alguna razón él no podía. Simplemente no podía. Lo que más le pegaba era que… ¿se había imaginado un futuro con ella? Y lo peor de todo era que…

Este no resultaba bien.

Él sabía que ella no era ese tipo de persona, pero aun así no quería tener que cumplir con expectativas. No quería tener que competir con el tiempo. Con la experiencia. Tener que aprender cosas antes de su momento.

No quería tener que crecer aun más por ella.

A fin de cuentas, si era sobre la edad. Si ella le hubiese dicho que tenía catorce seguramente no se hubiese hecho problema. Ella sabía en que se metía sin que él se lo dijera, pero este caso era diferente. Él no sabía en que se metía. Él no quería saber en qué se metía…

Pero quería ir con ella…

Abrió los ojos bien grande, se sentó en la cama y sujeto su flequillo con una mano. ¿Sería capaz de arrojarse a la interpedie de la madurez por ella? ¿Hacer la vista gorda? No. Debía ser como ella.

Debía cerrar los ojos y no ver nada.

Tenía que ser ciego ante el tiempo, la edad y la madurez.
Debía hacerlo.

No iba a madurar por ella, pero si iba a dejar que lo guie. Ella sabía más, ella lo ayudaría, y él sabía que ella, al fin y al cabo, no esperaría nada de él.

Solo querría estar con él.

Y no se equivocaba…

Ella quería estar con él.


Pero aun no lo sabía…

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